Mientras que unos científicos buscan cómo intervenir químicamente en el
músculo cerebral, otros investigan cómo los impulsos de campo magnético
podrían avivar las facultades cognitivas.
Para conseguirlo, utilizan un
dispositivo electromagnético que se conoce como estimulador magnético
transcraneal (EMT). Se trata de unas bobinas de hilo conductor que se
colocan sobre el cuero cabelludo y envían trenes de impulsos magnéticos
intensos pero muy breves capaces de activar o desactivar zonas
específicas del cerebro. Un grupo restringido de investigadores
contemplan la posibilidad de que los impulsos magnéticos puedan servir
para alterar ciertas redes neuronales con el objetivo de intensificar
las dotes memorísticas y de aprendizaje.
Investigadores del Instituto
Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares han
descubierto que la aplicación del EMT a la corteza prefrontal hace que
los pacientes encajen más deprisa rompecabezas geométricos.
Y Allan
Snyder, director del Centro Australiano para la Mente, asegura que la
desconexión transitoria del lóbulo frontotemporal con EMT hace que
afloren habilidades concretas, sin previo aprendizaje, en sujetos sanos.
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